Antes de 1848, México todavía poseía lo que un día se convertiría en Arizona, California, Nevada, Nuevo México, Utah, Texas, partes de Colorado, Kansas, Wyoming y una parte de Oklahoma. Después de la Guerra México-Estadounidense, el Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848 transfirió el 55 por ciento del territorio de México a Estados Unidos (Little, 2018). Desde entonces se han hecho y se siguen haciendo refuerzos tecnológicos y físicos en la frontera para evitar que los migrantes crucen a Estados Unidos. 

Durante la década de 1990, la Patrulla Fronteriza cambió sus tácticas y estrategias a través de una serie de operaciones: “Hold-the-Line ” en El Paso, “Gatekeeper ” en San Diego y “Safeguard ” en Arizona (Alvarez, 2017). La mayoría de estas operaciones fueron resultado no sólo de la administración sino también del North American Free Trade Agreement (NAFTA) que se promulgó en 1994.

Desde 1994, cuando se promulgó NAFTA, ha habido un aumento en las muertes y desapariciones de migrantes y una intensificación general de las leyes y regulaciones fronterizas de Estados Unidos. Ese mismo año, el presidente Bill Clinton presentó la iniciativa fronteriza estadounidense de “Prevention through Deterrence”. Desde su implementación ha habido un tremendo aumento en la cantidad de migrantes que han desaparecido o fallecido en sus viajes. Esta es una de las muchas tácticas que Estados Unidos ha implementado, que ha llevado a muchos a la muerte y es un costo humano que están dispuestos a permitir.

Por otro lado, los arquitectos Ronald Rael y Virginia San Fratello habían conceptualizado un proyecto en 2009 como parte de su trabajo en curso explorando la región fronteriza, pero no fue hasta 2019 que pudieron implementarlo, haciendo aún más significativa su realización. Titulada “Teeter-Totter-Wall”, esta poderosa instalación en el muro fronterizo entre Estados Unidos y México entre El Paso, Texas y Ciudad Juárez duró aproximadamente 40 minutos, pero las imágenes y videos de personas jugando en los balancines se volvieron virales a nivel mundial, lo que lo hizo viral y una de las declaraciones artísticas más impactantes sobre las relaciones fronterizas.

Rael y Fratello instalaron tres balancines de color rosa brillante a través de los postes de acero de la cerca fronteriza, permitiendo que niños y adultos de ambos lados de la frontera jugaran juntos a pesar de la barrera entre ellos. El proyecto fue una poderosa declaración sobre la interconexión de las dos naciones y transformó el muro fronterizo de un símbolo de división a un punto de conexión a través del juego. Los balancines fueron diseñados para que ninguno de los lados pudiera tambalearse sin la participación del otro, simbolizando cómo las acciones en un lado de la frontera afectan directamente al otro (Antoszek, 14).

Como alguien que pasó años cruzando la frontera desde Tijuana a San Diego, Aguiñiga creó este trabajo para documentar y procesar el costo físico y psicológico de los cruces fronterizos a través de los sentidos de la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto (Clyne 2021). El proyecto incluye piezas de performance, obras textiles e instalaciones que exploran temas de identidad, migración y la experiencia encarnada de vivir entre dos naciones. Algunos de los elementos materialistas incorporados en esta performance fueron vidrio, neopreno, cuero y cordel de algodón (“Metabolizing the Border | Smithsonian American Art Museum”).

A través de este trabajo profundamente personal pero universalmente resonante, Aguiñiga transforma sus propias experiencias cruzando fronteras en artefactos visibles que hablan de cuestiones más amplias de migración, identidad cultural y el costo físico y emocional de navegar por espacios fronterizos fuertemente militarizados.

Considerándolo todo, a través de estas variadas expresiones artísticas, la frontera se convierte en más que un espacio geográfico, se transforma en un espacio de negociación cultural, resistencia política y conexión humana. Los artistas que trabajan a lo largo de la frontera continúan desafiando las narrativas simplificadas sobre la inmigración, la nacionalidad y la pertenencia.

El trabajo de los artistas demuestra cómo el arte puede servir no sólo como un espejo que refleja las tensiones sociales sino también como una herramienta para imaginar futuros alternativos y fomentar el entendimiento intercultural. De esta manera, el arte fronterizo se convierte a la vez en un documento de división y en un puente hacia una unidad potencial.